Valérie Tasso es escritora, sexóloga, investigadora del INCISEX de Alcalá de Henares, conferenciante y colaboradora en diferentes medios de comunicación. Entre sus obras más exitosos se encuentran Diario de una ninfómana, El otro lado del sexo, El método Valérie y El antimanual de sexo. Confesiones sin vergüenza es su último libro, una recopilación de narraciones cortas donde diversas mujeres hablan de sus fantasías y secretos más ocultos. 

Publicado por Ana Casado
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Fotografía: Leila Méndez

¿Valérie, por qué duele más la mentira de la infidelidad que cualquier otra mentira?

Porque lo que en ocasiones fractura la mentira en la “infidelidad” es el fundamento que posibilita cualquier otro tipo posterior de negociación, de pacto. Es algo que, según como se cometa esta vulneración del pacto, afecta de manera radical mucho más que a la “fidelidad” a lo que podríamos llamar la confianza; puede instalar en la asociación sentimental la desconfianza. Y si esta se instala, todos los posibles acuerdos del tipo que sea y que fueran a producirse, serán papel mojado, con lo que esa “asociación” perdería cualquier posibilidad de intervención en cuanto “asociación”.
En Roma existía un concepto capital sin el cual era imposible cualquier interrelación humana (económica, mercantil, afectiva…); lo llamaban “la fides” (algo que algunos traducen por fidelidad pero que tendría más que ver con la “fiabilidad”). Si en un acuerdo, que siempre debe ser “realista” (realizable), las partes no son maduras (no tienen capacidad suficiente para reconocer lo pactado) y no preservan ese principio de “fiabilidad” (saben que el otro va a cumplir de forma ética lo acordado), el pacto pierde su valor de realización.
En cualquier caso, habría mucho que hablar y matizar sobre lo que comúnmente asumimos bajo el epígrafe de la “infidelidad” pues, por la experiencia en consulta, se presenta con una enorme variabilidad e incidencia dentro de la pareja.

¿Crees que aprenderemos a amar sin considerar al otro de nuestra propiedad? ¿Amar y ser libres a la vez?

¡Ah, el amor!, ¡qué gran tema! Sólo te apuntaré una cosa; en el amor entre humanos, hay dos cuestiones que no debemos nunca olvidar: que se trata fundamentalmente de una ética y que se produce entre humanos. Ninguna de las dos premisas se puede obviar cuando abordamos desde, por ejemplo, una consulta sexológica, el amor. Hoy en día, por ejemplo, y en contraposición a estructuras de relaciones amorosas que consideramos pretéritas, le pretendemos “recomendar” al amor ciertos marcos éticos basados en el hoy vigente “imperativo de gozo” que pretenden anular cualquier tipo de problematicidad, de desequilibrio o de exigencia de esfuerzo, y que fracasan estrepitosamente porque no se aplican a un mecanismo estable, racional, previsible y que sólo pretende un “principio de placer”, sino a un ser humano. Amar, pese a que los modos de hacerlo (el cómo) puedan variar en tiempos y culturas, (y empleo este término con todas las letras) por parte de los amantes. No puede ser de otra forma porque, y ahí volvemos al principio, se construye entre humanos. Están muy bien los planteamientos basados exclusivamente en el “buen rollo”, la absoluta simetría afectiva, la completa equidistancia, la anulación de competencias con la injerencia de terceros, etcétera, etcétera (planteamientos que, por cierto, no son nada nuevos aunque se oferten con neologismos y “remasterizados”…) El problema viene (y siempre viene) porque esos diseños teóricos resisten muy mal las inclemencias inherentes a lo ontológico de la propia condición humana.

¿Por qué crees que se sigue viendo mal “vender el cuerpo” (hablamos de una prostitución ejercida voluntariamente) mientras el 90% del planeta está vendiendo su alma e hipotecando su vida al sistema?

En primer lugar, debo decir que una trabajadora sexual que ejerza la prostitución NUNCA vende su cuerpo. Es absurdo y además crea estigma el pensar así (del mismo modo, por ejemplo, que sería absurdo pensar que un actor “vende su cuerpo” a la industria del cine… si creyéramos que el actor hace eso, inmediatamente pensaríamos en abolir la actuación). Por lo tanto, el creer que alguien, aunque sea de manera voluntaria, puede “vender su cuerpo”, ya resulta enormemente incriminador para la actividad y enormemente significativo del miedo, el recelo y el desconocimiento que sobre las actividades sexuales retribuidas manifestamos. Además, en el caso de la prostitución forzada tampoco existe una “venta del cuerpo”, existe algo mucho peor, un crimen contra esa persona y contra la propia humanidad.
El éxito del actual marco hegemónico neoliberal (y capitalista en general) es hacernos creer que no le entregamos nuestra existencia, sino que la realizamos en él. Lo cual es sustancialmente perverso porque hemos reducido los “modos de existencia” a un único modelo basado en el intercambio de la mercancía y en la valoración de las utilidades que el otro me puede aportar.

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Fotografía: Mireya de Sagarra

Hoy las redes sociales son un escaparate de personas a las que tenemos fácil acceso. Nos hemos convertido, en cierta forma, en un producto más de este sistema consumista; lo quiero, lo tengo. ¿Cómo crees que influirá esto en las relaciones futuras?

El hacer del otro y de nuestra vinculación con el otro una simple relación entre mercancías es algo enormemente “útil”, pues elimina lo farragoso, lo incómodo, lo que “mancha” de interactuar con otro ser humano, pero carece completamente de “sentido” (precisamente porque una relación “feliz” con el otro siempre exigirá “mancharse”). Cuando una persona participa, por ejemplo y gracias a las muchas “utilidades” de las redes sociales, en un proceso de elección y de adquisición (y de devolución garantizada en muchos casos) de otro ser humano como si comprara una blusa en unos grandes almacenes, está convirtiendo a ese otro en una mercancía, lo está cosificando, consumiendo y desnaturalizando. Esto puede proporcionar la euforia inmediata del consumo sin compromiso pero inhabilita o, en cualquier caso, aplaza lo que de verdad conforma relación amorosa con el otro; que un humano solo puede caminar en su existencia junto a otro humano y no junto a un bien consumible. La felicidad en la pareja no se adquiere, se conquista en común y eso es algo que no va a cambiar por más que se amplíen las ofertas y las facilidades de adquirir relaciones eróticas sin compromiso.

El mito griego de Afrodita, diosa del amor y el deseo, nacida de la castración de Cronos a Urano, viene a decir que el amor tiene en su origen el dolor. ¿El amor y el sufrimiento van irremediablemente de la mano, o solo en esa fase inicial de enamoramiento? Fase que tenemos idealizada, pero que es un sinvivir.

En el enamoramiento lo que suele haber son euforias desmedidas y sufrimientos hiperbólicos y en cierta medida impostados (aunque los enamorados no sean muy conscientes de ello). Lo que sucede es que tendemos a creer que eso es el amor; una especie de montaña rusa llena de emociones, acojones y corazones que más que en el pecho se agolpan en la garganta o en el bajo vientre. Y eso no es el amor, eso es solo el estado emocional del enamoramiento. El amor viene, si tiene que venir, después, cuando en el lugar común, con capacidad de análisis y cierta perspectiva, afrontas el día pasado en las atracciones de feria, cuando de esas emociones intentas construir un sentimiento. Ese paso suele ser crítico en la interrelación entre dos personas; se folla menos, se obtienen menos euforias, hay menos sobresaltos y todo parece haber entrado en una paulatina parada pasional pero es justo entonces donde se empieza a construir el vínculo amoroso… cuando mucha gente cree que se acaba, es donde en realidad puede comenzar. En el enamoramiento, un enamorado dice continuamente: “no puedo vivir sin ti” y se lo cree aunque no sea cierto. En el amor, aunque se diga menos, esa proposición es cierta aunque no se crea.

Parece que las mujeres están más liberadas, más abiertas a disfrutar, a experimentar. Sin embargo, actualmente la mujer se exige ciertas prácticas que el porno pone de moda, sienten frustración si no las consiguen, mantienen sexo con facilidad, pero muchas confiesan no disfrutar en las relaciones… ¿estamos asistiendo a una liberación sexual de la mujer, o es sólo una “falsa liberación” de cara a la galería?

Es una liberación, y lo he dicho en repetidas ocasiones, propiciada fundamentalmente por la industria de lo lúdico que ha variado poco de raíz (en todo caso sólo ha redirigido) la verdadera autonomía que las mujeres podamos tener sobre nuestra maquinaria erótica. El mercado ha descubierto que la mujer es un gran nicho de consumo de gozo y eso ha posibilitado la “liberación”, que en realidad es sólo una “autorización”, por parte de las mujeres a su acceso al mercado lúdico. Ahora podemos, tras esa resignificación de la liberación sexual femenina, comprar y consumir “ítems” sexuales de gozo a destajo (juguetes eróticos, “recetas” eróticas, amantes secuenciales…), pero yo creo que una liberación simplemente basada en la integración de un colectivo en el mercado es una falsa liberación de ese colectivo, pues se le adapta a lo que ya hay pero no cambia nada de lo que hay.
Todo eso sucede porque una estructura social de consumo como la nuestra (que ha hecho de nuestra identidad primera la de consumidores) ha descubierto que vende mucho más si la mujer no se siente reprimida sino eufórica en la búsqueda constante de su gozo y de la ampliación constante, machacona e insaciable de su placer. La mujer, hoy en día, “debe” gozar y exigir a todo lo que la rodea que la haga gozar. El “imperativo de gozo” que nos domina ha sido el aliado más sutil, eficaz y perverso para revertir la represión en consumo.

valerie28-baja-1Hablando de modas, hace un tiempo se puso de moda la trilogía de 50 Sombras de Grey, y consecuentemente el SD (sadomasoquismo) que tanto impactaba a muchas mujeres, se normalizó y muchas querían tener prácticas BDSM. ¿Crees que el BDSM se puede generalizar y quedarse, o seguirá siendo una práctica minoritaria?

Yo he sido, a través de varios trabajos emanados de mis propias experiencias, una de las personas que más contribuyó en este país a la popularización y normalización de la erótica BDSM. Debo confesar que me pareció que desmitificar, a través de la comprensión de sus mecanismos profundos y de sus plasmaciones formales, esa manera de amarse era algo absolutamente necesario para sacarlo de las catacumbas (literales) en las que se encontraba. Recuerdo que un día que conversaba a finales de los noventa en una fiesta “fetish” con una de las personas más implicadas en esta erótica, me dijo algo que me dio que pensar; “ya está bien, Valérie, de intentar justificar lo que hacemos; yo soy un depravado y me gusta serlo”. El BDSM, que tiene poco que ver con lo que ahora se instala los sábados en nuestros dormitorios, para mantener su esencia, necesitaba de penumbra, de cierta ocultación y marginalidad, de preservar en su constitución la particular esencia de cualquier erótica; la transgresión.
Hoy en día sucede algo curioso con esa versión folletinesca que del BDSM se ha popularizado; que permite al gran público y sin que sepa muy bien el porqué, hacer saltar por los aires en el puro terreno de las fantasías ese pacto social tendente a una sociedad casi perfecta, igualitaria, y justa… y eso nos pone a cien. Es decir, pone en cuestión los aspectos más equitativos de derechos y oportunidades por los que en la realidad social peleamos continuamente, pero lo pone en cuestión sin ponerlos “de verdad” en cuestión. Se salta el interdicto pero sin anular la prohibición. Y lo fascinante no es que lo haga, lo fascinante es que nos excite extraordinariamente hacerlo… el ser humano, como hemos apuntado antes, es un animal demasiado complejo para dejarlo en manos de niños, taxonomías, consejitos y recetas.

¿Cómo hay que ser para conquistar a Valérie Tasso?

Hay que ser más listo que yo, a ratos… (ríe). Hay que saber, como a casi todo el mundo, nutrirme de sentido y permitir con ello que se despliegue y crezca mi existencia. Y más cosas… pero esas son o muy guarras o muy privadas.

¿Cómo influye tener un amplio conocimiento acerca de la sexualidad a la hora de estar con alguien en la intimidad?

En una interacción sexual no influye de gran manera, desde luego muchísimo menos de lo que los aficionados a las continuas innovaciones, pirotecnias y acrobacias creen. Pero sirve mucho, al menos eso creo, para poder estar con alguien en la intimidad (¡eso y no follar sí que es difícil!)

Una última pregunta para terminar esta primera parte. ¿Qué va a pasar si gana Marine Le Pen las próximas elecciones en Francia?

Pues, en lo personal, que me inundaría una profunda melancolía. Para una francesa de mi edad resulta tan extraño y ajeno a la democracia un islamista radical que pretende imponerte la sumisión a su teocrático sistema de valores, como un fascista que pretende que aniquiles con cantos patrióticos cualquier alteridad.
En lo social sucedería que se pondrían en cuestión los fundamentos que de verdad han hecho grande a Francia, no como país, sino como manera de entender la cultura. Para Europa, la involución nacionalista y encapsulada, el fin del sueño comunitario a cambio de la distopía populista del clan.
Creo en definitiva que sería un paso más en ese empeño torpe y pueril que tenemos cada vez más por construir, desde un mundo con fallos, un mundo cada vez peor. Y lo más triste es que esas enquistadas reacciones a la avariciosa e inhumana lógica global neoliberal, en lugar de anularla, no harían más que engrandecerla.

MIEDOS

¿A qué tiene más miedo Valérie? ¿A la soledad o a la multitud?
A la distancia existencial con el otro sea en multitud o en soledad.

¿A la verdad o a la mentira?
A la mentira que se presenta como verdad

¿A la altura o a la velocidad?
Sin duda a la velocidad, a aquella que no permite detenerse, observar y reflexionar

¿A la enfermedad o a la muerte?
A la enfermedad y al morir (a la muerte mucho menos)

¿A un enemigo o a un falso amigo?
A ambos los suelo ver venir y no siempre los temo.

¿Al que habla o al que calla?
Al que imposibilita el diálogo, al fanático, al que habla para callarte o se calla sólo para recargar el fusil, el dogma o la imposición.

¿Al presente o al futuro?
A la falta de “proyecto” (a la imposibilidad de dirigirme hacia algo).

¿A un político o a un cura?
A un cura que se ha metido a político (son legión hoy en día en ambos espectros de la Cámara).

Web Oficial Valérie Tasso

@ValerieTasso