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Ya estamos de rebajas, qué placer ver las tiendas con kilométricas colas para pagar, la ropa tirada por el suelo y prendas de la temporada otoño/invierno de hace 10 años puestas a la venta bajo la etiqueta de “Vintage”. Es maravilloso observar cómo disimulamos una crisis económica comprando artículos que al llegar a casa miramos extrañados, como si alguien los hubiese echado en nuestro bolso sin preguntarnos. Cientos de youtubers enseñándonos todas sus compras orgullosas. Lo que no sabéis es que luego apagan la cámara y dicen “esto no me lo pongo yo ni loca, mañana mismo lo devuelvo”. Claro que lo devuelven, ¿o acaso os pensáis que tienen los armarios más grandes que las casas? Es fantástico esto de las rebajas. Lo mejor de todo es cuando un día, allá por octubre, sales de compras (que no sales nunca), y te gusta una camiseta a 19’99, porque esa es otra, las cosas ya no tienen un precio redondo, todo acaba en ’99. A lo que iba, una camiseta a 19’99 y dices “joder, 20 € en una camiseta…, ya si eso me espero a las rebajas”. Tres meses después, repito, tres meses esperando a que bajen esa camiseta, vas a por ella y la han bajado la descomunal cifra de 2 €; 17’99€. Pero miras a tu alrededor y aquello parece Walking Dead en busca de carne fresca en fast forward, y piensas “pues la tendré que coger, antes de que me quede sin ella”, y te la llevas. Llegas a casa y al final te das cuenta de que al frío le queda un mes y la camiseta es de felpa y cuello vuelto. En ese momento de introspección es cuando piensas que has vuelto a picar, aun habiéndote prometido no hacerlo, no formar parte del consumismo enfermizo de estos días. Y es que, como bien explica Dan Ariely en Las trampas del deseo (uno de los mejores tratados de psicología del consumo), nuestras decisiones económicas son irracionales, impulsivas. ¿Cuántas veces vas de rebajas y te paras a pensar para qué, si lo necesitas realmente, si merece la pena…? NUNCA. Nos han educado en el lema de que “somos lo que tenemos”, hay que impresionar a través de nuestras posesiones, ya sea un Ferrari o una camiseta de la marca de moda. Hacemos alarde a través de nuestras vestiduras de una superficialidad adquirida por un marketing muy efectivo. Pero hay otros motivos que incitan a la compra compulsiva: el placer, el aburrimiento, la ansiedad, la desidia. Si a lo anterior le añadimos una bajada de precios, por mínima que sea, se multiplica el impulso de compra.
Pero esto de las rebajas no es nuevo, lo que pasa es que ahora contamos con campañas millonarias de publicidad. Hoy puedes estar comprando un artículo más caro que antes de la “oferta” pensando que está rebajado y, como realmente no buscabas antes ese producto, no sabías su precio anterior, así que no reparas en ello, ves la etiqueta actual de ANTES y AHORA y amén a lo que diga. Como decía, esto de las rebajas no es de ahora, se remonta a los años 30. El Crack del 29 supuso la mayor caída del mercado de valores hasta la fecha en EEUU, dando lugar a un grave período de crisis conocido como La Gran Depresión. Consecuencia de este período hubo una fulminante caída de las ventas. La primera medida tomada para intentar subsanarla fue lo que aquí conocemos como “dar fiado” (“llévatelo y ya me lo irás pagando poco a poco”). Era tal la cantidad de ropa sobrante que quedaba sin vender, que se les ocurrió bajar los precios de la mercancía acumulada, de forma excepcional, durante unos días, asistiendo así al nacimiento de LAS REBAJAS. Y aquí estamos, casi un siglo después, haciendo uso de ellas, quizá de una forma abusiva por parte de las grandes empresas, pero qué más da, nadie piensa en eso cuando un escaparate te dice SALE -70%.

Ana Casado. 
@anapsicopoet