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Imagen: Freepik

Hace unas semanas, el Ministro de Educación del actual ejecutivo anunciaba su compromiso firme de reducir el tipo impositivo para los espectáculos en directo hasta el 10%, reivindicación solicitada por los grupos de la oposición desde hace tiempo. Esta modificación fiscal no afecta al sector cinematográfico, pero sí reduce la carga fiscal a cualquier espectáculo taurino; ambas decisiones tremendamente controvertidas.

El debate vuelve a avivarse. ¿La cultura se toca o no se toca? La respuesta, sin duda, no es sencilla, y de los escaños a las cañas, la clase política y la ciudadanía se posicionan sobre el mal llamado “IVA cultural”. La razón por la que el término puede llevar a confusión recae en que no es la aportación cultural lo que se grava, sino su soporte, el medio de transmisión. Y de eso deriva una de las grandes perversiones de este impuesto. ¿Sabías que un libro y una revista del corazón (siempre que sean en papel) tributan al mismo tipo de IVA superreducido del 4%? ¿o que un documental científico y una producción pornográfica lo hacen al mismo 21%?

Pero contextualicemos. Fue en plena crisis, en el año 2012, cuando el gobierno elevó en tres puntos porcentuales el Impuesto sobre el Valor Añadido, hasta el 21% actual, así como un pequeño aumento del IVA reducido y superreducido. El ámbito más perjudicado por aquel entonces fue el denominado cultural porque, hasta aquel momento, gozaba de un gravamen privilegiado. Desde ese año en el que se vivía en plena crisis, y hasta la actualidad, los servicios de intérpretes, artistas, técnicos y personal general de cine y teatro, así como la entrada a teatros, salas de cine, conciertos, exposiciones y espectáculos, pasaron al tipo general, augurando por parte del propio sector una caída en picado de sus ingresos.

Nada más lejos de la realidad. Las empresas culturales, según el Anuario de Estadísticas del sector, se han mantenido en número e ingresos, y esto pese a soportar no solo una mayor carga impositiva sino una menor inversión pública. Porque pase lo que pase, “show must go on”, y los profesionales del medio lo saben.
Sin embargo, aunque el sector se mantiene firme remando contracorriente, sí que podríamos preguntarnos por qué España es uno de los países europeos que aplica un mayor IVA a la cultura (solo Hungría y Dinamarca, con un tipo del 27% y 25% respectivamente, superan el tipo español. ¿Significa esto que la cultura es solo importante en los demás países? ¿o es que en España es un bien de lujo?
Para los ciudadanos puede decirse que sí que lo es. Del presupuesto (generalmente limitado) se invierte solo un 2,4% en servicios culturales, equipos audiovisuales y, aunque a mucha distancia, libros. Este porcentaje ha ido disminuyendo de forma continua desde hace varios años. Esto puede deberse al carácter regresivo de un impuesto indirecto como es el IVA, que afecta en mayor medida a aquellos que disponen de menos recursos.

Aun así, la principal traba no radica, a mi parecer, en un impuesto. Lo que de verdad debe valorarse es la forma de transmitir y aplicar la cultura. Y para eso, un buen ejemplo y toda una declaración de intenciones, es la actual ley educativa. Eliminar música, arte y filosofía de la rama troncal perjudica la cognición y el desarrollo de la inteligencia, y además, limita, a golpe de decreto ley, la capacidad de pensamiento y juicio crítico. Así, mientras que en clase de «mates» se suma y resta cuasi-constantemente, la otra clase, la política, parece solo restar.

Alguien dijo una vez que un pueblo inculto es fácilmente manejable, porque se le priva de conocimiento, de actitudes y de valores. Así que, ¿la cultura se toca, o no se toca?

Mª Cruz García. DOCENTE DE ECONOMÍA Y EMPRESA