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La literatura aflora veloz en las redes sociales. Corre como la pólvora entre los jóvenes, y un movimiento abanderado por una poesía sencilla, que a menudo se presenta rozando la obviedad, se hace respetar bajo el amparo de decenas de miles de seguidores; e invadiendo paulatinamente las estanterías de los libreros, comienza irremediablemente a dejar su huella en la historia de las letras. Nunca antes el mundo ha conocido tantos escritores y podemos con certeza imaginar qué diría Cicerón si levantara cabeza: «Estos son malos tiempos, […] todo el mundo escribe libros».
La nueva poesía está siendo duramente criticada, esto no es ningún secreto. No tienen piedad los entendidos con las jóvenes promesas, y empiezo a creer que ellos, los heraldos protectores de la «buena literatura», parecen haber olvidado que a todos nos pica el alma, y que toda la literatura no rasca en todas partes. Yo mismo me confieso intransigente en ocasiones, porque hay pormenores que mi amor por la escritura no puede obviar, y me duele la vista hasta llegar al alma y hacerme estremecer ver textos inconexos, repletos de faltas de ortografía, respaldados por sellos editoriales que parecen haber perdido el sentido de la responsabilidad para con lo más básico de la escritura, así como para con sus lectores de siempre: pero aun así, debemos educarnos; aprender a despojarnos del rechazo y odio gratuitos, emergidos de un amor puramente subjetivo.
Si bien las grandes cuestiones que han arrebatado el sueño a los poetas se han más o menos perpetuado a lo largo de los tiempos, la forma de transmitirlas no lo ha hecho tanto. Nada tienen que ver las composiciones de hace quinientos años con las de hace cien, ni estas últimas con las de ahora. Estamos, quizá sin saberlo, en medio de una nueva transición, del encuentro con una nueva forma de literatura que responde a las necesidades de su tiempo, y que como las anteriores no dice nada nuevo, sino que lo hace de un modo diferente, logrando de forma muy llamativa lo que ninguna otra había; que lea quien no leía: esto es algo que no puede pasar inadvertido.
Lo único que tal vez me inquieta de este alzamiento poético, es que algunos de estos nuevos lectores parecen rozar el fanatismo; y que algunos autores y autoras están a falta de un club de groupies para convertirse en los nuevos músicos. Reconozco que la idea no termina de disgustarme, pero no puedo evitar alarmarme, y evocar prudente a Tomás de Aquino, porque yo también «temo al hombre de un solo libro».
La literatura nos ayuda a comprender nuestras emociones, a canalizarlas procurando alivio a nuestras circunstancias e inquietudes personales, por ello no creo, dentro de unos límites, que sea justo diferenciar entre buena y mala literatura, porque a lo largo de la historia, los calificados como «malos libros» por los autodenominados «grandes y buenos amantes de las letras», también han cubierto satisfactoriamente las carencias de muchos lectores; y es que de eso trata en buena parte la literatura, de cubrir necesidades; y bienvenida sea siempre la que cubra las tuyas.

Selam Wearing. AUTOR.
@selamwearing