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Rodolfo o la insorportable pesadez del ser es una comedia afrancesada. Esto tiene tantas connotaciones como prejuicios se tenga sobre nuestro país vecino. Siendo estrictos, definiríamos la comedia francesa como una comedia de enredos en la que se suceden acciones irreverentes y los personajes se van atormentando, de una forma u otra. La connotación, para el caso que nos ocupa, es la positiva.

RODOLFO O LA INSOPORTABLE PESADEZ DEL SER

Rodolfo es un tipo francamente insoportable. Es más, él sí que es afrancesado en su connotación negativa, la de la prepotencia y la presunción. Es director de cine, de un cine afrancesado (para mal) y sus compañeros de piso están hartos de sus desplantes. Dada la situación, se inventan un premio cinematográfico en el extranjero para buscar un nuevo compañero de piso.
A lo largo de la función se van desvelando las maldades y bondades de los personajes, verdadero objeto de la obra. Rodolfo (Enrique Asenjo, que, además, escribe y dirige) se revela como un ser desamparado; Matías (Suso Martín), como el personaje noble sin demasiadas miras; Pedro (Óscar del Pozo), finalmente, como el maquiavélico compañero de piso que no parará hasta conseguir su objetivo. Esto lleva a los tres personajes a tratar de encubrir las mentiras que se hacen a ellos mismos, lugar donde la obra encuentra su zénit.
La obra fluye bien en su propio género. Es una comedia y consigue hacernos reír con inteligencia humorística. Es decir, objetivo conseguido. Su principal tara, no obstante, son algunas aristas del guión -por no destripar, no diremos exactamente a qué nos referimos, pero hablamos de Matías- que aportan poco a un texto que, como decimos, está muy bien construido en todo lo demás. Los actores, en otro orden de cosas, realizan una interpretación bien conseguida donde la vis cómica destaca.

¿Seré yo así de imbécil?

Siempre que veo un personaje como Rodolfo pienso en mí y tiemblo: ¿Seré yo así de imbécil? Es algo que me perturba desde que considero el reggeaton una afrenta al buen gusto; como ciertas novelas -todas de la misma clase y categoría, claro-; como ciertas películas -el gran ejemplo siempre será la tan criticable Pretty Woman, donde nadie se pregunta si las prostitutas acostumbran a enamorarse de alguien que consume prostitución-. ¿Es mi visión fruto de sentirme superior a la gente que disfruta viendo cómo un putañero -en serio, no sé cómo- puede ser un galán?
Asenjo va contra un pseudo-arte descarado y caradura. A su vez, en el texto, hace una reflexión sobre quién es el artista, si persona normal o dios en la tierra. Y, ya de paso, nos hace pensar a los que decimos que el reggeaton admite poco debate sobre su inexistente virtud. Creo, de hecho, que me ha hecho una crítica él a mí, que tantas veces he dicho a amigos míos que sus gustos artísticos son… Bueno, pues que son lo que, por otra parte y sin lugar a dudas, son. Tampoco es cuestión de calificarlo en estas líneas. Sería muy petulante, bastante pedante, sobradamente presuntuoso, afrancesado… Nada que la selecta inmensa minoría que alcanza a entender lo que escribo no pueda entender.

 

TEXTO Y DIRECCIÓN: Enrique Asenjo

REPARTO: Suso Marín, Enrique Asenjo y Óscar del Pozo

LUGAR: Sala Intemperie Teatro

FECHAS: 10, 11 y 12 de abril a las 20:15

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Por @FernanCamacho. COLUMNISTA Y CRÍTICO EN @AndaluciaalDia