
En España nunca pasaba nada. En 1945 la dictadura de Francisco Franco, que ya culminaba su primera etapa en el poder, tras la victoria de la Guerra Civil y su toma de poder por la fuerza, daba paso a un nuevo periodo aún más trágico y oscuro.
Los pactos por parte del Caudillo con las fuerzas alemanas, firmados el 23 de octubre de 1940, durante la entrevista de Hendaya, hacían que el Generalísimo, mano en alto, contemplara con mayor tranquilidad el imperio que se encontraba dominado bajo sus pies, desde su residencia de El Pardo.
En la otra punta de Madrid, la española y alemana; nazi y falangista; fascista y feminista Clarita Stauffer, dirigía una red de ocultación y refugio, que utilizaba para evadir a los mayores criminales de la Segunda Guerra Mundial, tras la derrota de los países del Eje, desde la tranquilidad de su hogar, en la calle Galileo 14. Hija de Konrad Stauffer; químico y cofundador de la fabrica de cerveza Mahou, y convenientemente casado a su vez con Clara Sofía Loewe; heredera de la lujosa marca de moda Loewe, vivía como una vecina más de la alta sociedad, en pleno centro de la capital. Nadie lo sabía, pero en Madrid estaba la mayor embajada nazi de toda Europa.
Clara Stauffer, de procedencia germana, era risueña, juvenil y atractiva. Conocía a la perfección varios idiomas, tocaba música al piano, y destacaba como una de las mejores jugadoras de ajedrez del momento. Además, se codeaba entre la más prestigiosa elite del deporte nacional; jugaba al tenis en el Club Alpino Español durante la preguerra, salía a esquiar por las cumbres de la Sierra de Guadarrama, e incluso llegó a destacar como nadadora profesional, al ganar el primer puesto, tras cruzar la emblemática travesía de la laguna de Peñalara, en 1931. Franco fue generoso con sus amigos, pero aún más con los enviados de sus amigos, y mientras Stauffer gozaba de su posición privilegiada, media España todavía se moría de hambre.
Su doble nacionalidad era su mejor carta en este juego. Por una parte mantenía una estrecha relación con Pilar Primo de Rivera, con quien dirigía, en la posición de lugarteniente, gran parte de la Sección Femenina de Falange. Por otra parte, gracias a la ayuda de Carmen Werner Bolí, Regidora central de la Organización Juvenil Femenina y Jefe de la Sección de Jerarquías y Culturas de la SF, enlazó también como simpatizante de la Sección Femenina de la Alemania nacional socialista, y creó estrechos vínculos con la Italia más recalcitrante de Mussolini.
Y fue a partir de 1944, cuando tras la Liberación de París, centenares de alemanes nazis de toda Europa, se apresuraron en cruzar las fronteras para huir, y ocultarse temporalmente en territorio español. Desde allí, Clara Stauffer, les ofrecería protección y hospedaje, y les conseguiría partidas de bautismo y pasaportes falsos para enviarles, a través de la ruta de las ratas de ODESSA (Organisation der ehemaligen SS-Angehörigen, “Organización de exmiembros de las SS”), gestionada por Otto Skorzeny — más conocido por sus enemigos como Scarface—, más allá del Atlántico. Exiliados, y a la vez criminales de guerra que eran enviados a países de América del Sur, como la Argentina de Juan Domingo Perón, a través de la oscura intervención de Alfonso de la Serna, Director de Relaciones Culturales del Ministerio de Asuntos Exteriores. Otro caso clave fue el del genocida y fascista Ante Pavelić, al que se le ofreció asilo político y plena impunidad hasta el mismo día de su muerte, y que actualmente está enterrado en el Cementerio de San Isidro de Madrid.
En 1947, el nombre de una única mujer se encontraba entre los 104 de la Lista Negra, y era reclamada por el Consejo de Control Aliado al ministro de Asuntos Exteriores, Alberto Martín-Artajo. Una mujer y otros 103 espías, colaboradores e importantes criminales de guerra, fueron solicitados a España por la resistencia antifascista alemana. Todos y cada uno de ellos gozaban de la protección del Caudillo, todos y cada uno de ellos campaban y andaban a sus anchas mientras un pasado oscuro les reclamaba. Y mientras La Segunda Guerra Mundial tocaba su fin, y la Guerra Fría comenzaba, en España nunca pasaba nada.
Cristian Mozo Chica. ESCRITOR Y COLUMNISTA. @cristianliuva