Antonio Machado le dio vida y en él volcó sus pensamientos, hasta el punto de que algunos autores han llegado a reconocer en Juan de Mairena la propia caricatura del poeta sevillano.

Juan de Mairena se habría asomado al mirador de la guerra por primera vez en 1936, cuando en España estallaba definitivamente la contienda. Nunca perdió la perspectiva ni dejó que las malas conciencias le empolvasen el hábito como profesor. «Alguna vez os he dicho que, en tiempos de guerra es difícil pensar; porque el pensamiento es esencialmente amoroso y no polémico».

Mairena fue un filosofo y profesor, además de un fiel discípulo de su maestro Abel Martín (1840-1898), con quien compartía afición por la pedagogía. En 1896, adelantando a Keyserling (1833-1889), intentó formar proyecto en Sevilla creando la Escuela Popular de Sabiduría Superior; dispondría de una Cátedra de Metafísica y una de Sofística. Si bien en 1897, Mairena tuvo la oportunidad de discutir los términos de fundación de la escuela con Don Miguel de Unamuno, el proyecto nunca se llevó a cabo, pues ante la fatídica muerte de Abel Martín, Mairena decidió abandonar el proyecto que habría de salvar España. 

Pensando que no veía

porque Dios no le miraba,

dijo Abel mientras moría:

Se acabó lo que se daba.

Juan de Mairena — Epigramas

Las clases de Mairena se alejaban de la manera ortodoxa de la enseñanza española, e imitaban con carisma los métodos de la antigua Institución Libre de Enseñanza (1876-1936). Lejos de la manera cerrada de dar clase de sus contemporáneos, Mairena innovó y trató de dar la panacea del cómo ser buen español, sin ir más lejos que la búsqueda de lo natural y lo clásico (en el buen sentido de la palabra). «Lo importante es hablar bien: con viveza, lógica y gracia. Lo demás se os dará por añadidura».

El maestro de retórica y gimnasia destacó por su hábil lenguaje en la enseñanza, se mostró siempre interesado en los campos de estudio desde una perspectiva analista y crítica, y tomó partido, como buen intelectual de su tiempo, en los asuntos que acontecían para él y sus coetáneos. «Para los tiempos que vienen hay que estar seguros de algo. Porque han de ser tiempos de lucha, y habréis de tomar partido». 

El trabajo de Mairena era vocacional, y buscó, por encima de todo, el criterio pedagógico, el pensamiento crítico del alumnado y el amparo de la filosofía (con cierto sabor a Ortega). La innovación — que más tarde perdió España amparada en el “que inventen otros” — era el germen que buscaba contagiar en el seso de los alumnos. «Tenéis que renunciar al aplauso de los snobs y de los fanáticos de la novedad (…). A vosotros no os importe pensar lo que habéis leído ochenta veces y oído quinientas, porque no es lo mismo pensar que leer».

Juan de Mairena se habría asomado al mirador de la guerra por última vez en 1939. «Desde el mirador de la guerra se ven otras muchas iniquidades. De la mayor de todas hablaremos otro día».

Por Cristian Mozo Chica. ESCRITOR Y COLUMNISTA.
@CristianLiuva