No es fácil comenzar a escribir cuando el tema a tratar es uno de los mayores tabúes de nuestra cultura y nuestra historia, y a la vez uno de los más necesitados de visibilad. Estoy hablando de la conducta suicida. 

El suicidio ha estado estigmatizado a lo largo de los tiempos. En el segundo Concilio de Orleans (533 d.C) la Iglesia Católica determina privar de rito funerario y sepultura eclesiástica a todas aquellas personas que ejecutasen este acto contra sí mismas, a pesar de que la Biblia no lo condena. Durante la Edad Media y el Renacimiento son muchos los castigos ejercidos sobre los cuerpos sin vida y, un dato curioso, tanto en España como en Inglaterra los bienes del suicida pasaban a formar parte del señor feudal o la Corona. 

Pero volvamos al presente.

Hoy por hoy sigue habiendo un halo de secretismo y estigmatización a su alrededor y, como todo estigma, intentamos no hablar de ello, negándole así posibles soluciones, porque aquello de lo que no se trata, no existe –entiéndase la ironía–. Pero seguro que tú, que estás leyendo esto, conoces algún caso. ¿Sabes por qué? porque en España, desde el 2007, el suicidio es la principal causa de muerte no natural. Si este dato te parece escalofriante quizá deberías saber que en el mundo hay más fallecimientos por este motivo que por guerras y homicidios juntos. Más de 800.000 fallecimientos anuales, según los últimos datos de la OMS (Organización Mundial de la Salud), teniendo en cuenta que hay muchos países que no aportan datos al respecto. Aun así, en España seguimos sin un Plan Nacional de Prevención del Suicidio, a pesar de que 1996 la OMS y las Naciones Unidas ya recomendaban desarrollar planes y políticas de prevención. 

La mayor incidencia de suicidio en nuestro país está en adolescentes (menores de 25 años), en ancianos y en personas con algún tipo de desorden mental, lo cual no implica que la ideación suicida sea una enfermedad mental, sino que en muchos casos puede llegar a ser una consecuencia de esta. 

¿Pero qué motiva a alguien a quitarse al vida? 

Una de las explicaciones más claras es que el suicidio es una solución radical al sufrimiento psicológico intolerable, es decir, la persona cree no poder hacer frente a una situación según sus recursos  de afrontamiento, y ante la percepción de incapacidad decide terminar su vida. Otro de los motivos, paradójicamente, es evitar sufrimiento a familiares y seres queridos. 

A pesar de que cada año se llevan a cabo estadísticas en el INE (Instituto Nacional de Estadística) con datos y variables como edad, sexo, metodología, comunidad…, estos no son, ni de lejos, exactos. Para que una muerte cuente como un acto suicida deber haber intencionalidad, y no siempre es posible demostrar dicha intención, a no ser que el método usado sea de evidente voluntariedad, haya testigos o la persona haya dejado una carta de despedida. Incluso si hubiese una tentativa y la persona fuese ingresada y falleciese tiempo después, no sería contabilizada como víctima de un suicidio. 

Otro de los datos llamativos es que, a pesar de que hay más mujeres que llevan a cabo tentativas, la tasa de suicidios masculinos es mayor en una proporción de 3:1 respecto a las anteriores. ¿Por qué? Hay quien pensará que no existe una intención real de quitarse la vida, sino de llamar la atención –aclarar que en terapia la ideación suicida, sea una simple llamada de atención o no, se trata como riesgo real de suicidio, ya que una tentativa también puede irse de las manos, terminando en fallecimiento, y desde ese punto de vista hay que intervenir con inmediatez para que esa idea no se contemple como un recurso de llamada de atención o solución a ningún problema–.

Algunos de los motivos hasta ahora estudiados en esta diferenciación entre sexos es que:

  • Los varones usan una metodología más mortífera, lo cual dificulta la intervención de emergencia a tiempo para salvar la vida.
  • Los varones solicitan menos ayuda profesional y exteriorizan menos sus emociones. 

Al igual que pueden existir factores de riesgo, existen factores de protección y uno de ellos, quizá el más importante, es la red de apoyo social, saber que tienes personas que pueden ayudarte, ya sean familiares, amigos, conocidos o asociaciones a las que acudir. 

En España contamos con la asociación AIPIS, creada en 2009, donde ofrecen ayuda también a familiares y allegados en el duelo por suicidio, y formada por profesionales, supervivientes y familiares de víctimas. Recalcar que esta asociación no recibe ningún tipo de ayuda pública ni privada y que todo el personal que trabaja y ayuda lo hace de forma voluntaria. 

https://www.redaipis.org

Para finalizar me gustaría, en primer lugar, recordar la relevancia que tiene dar visibilidad a un tema para que adquiera la importancia que merece –y aquí juegan un papel fundamental los medios de comunicación– y como tal se empiecen a llevar a cabo políticas de prevención y no sólo proposiciones de no Ley. En segundo lugar me gustaría citar a Edwin Shneidman, para recordar que:

El suicidio es una solución eterna para lo que a menudo no es más que un problema temporal”.

Ana Casado. PSICÓLOGA. 
https://twitter.com/anapsicopoet?lang=es