El cementerio de Nuestra Señora de la Almudena recibe su nombre por la patrona de Madrid. Con 120 hectáreas, es la necrópolis más extensa de la ciudad y una de las más extensas de Europa. Comienza a utilizarse en 1884 por emergencia sanitaria, dando lugar al provisional cementerio  «de epidemias», pero no fue hasta 1925 cuando quedó oficialmente inaugurado, tras algunos cambios y ampliaciones del proyecto inicial, con otras dos zonas: Cementerio Civil y Cementerio Hebreo.

Pórtico de entrada
Capilla

Alberga en su interior obras de gran interés artístico y diferentes estilos, además de contar con sepulturas de celebridades en diferentes ámbitos, algunos de los cuales comentaremos más adelante. Ambos motivos explicarían que cementerios como este se hayan convertido en reclamo turístico. Ya son varias las empresas que organizan visitas guiadas al interior, ofreciendo diferentes rutas. Incluso la empresa Servicios Funerarios de Madrid (SFM) ofrece este oferta, previa reserva. Pero si decides organizar tu propia visita puedes descargarte el plano en internet y adentrarte a descubrirlo por ti mismo.

Es domingo, está nublado y caen algunas gotas; un ambiente acorde al espacio porque, por mucho que esté de moda reconciliarse con la muerte, a mí me sigue pareciendo lúgubre, triste y gris. Adentrarse en el Cementerio de la Almudena por primera vez me produce una sensación bastante ambigua. Trato de ralentizar el momento, no sé muy bien el porqué. Atravieso el pórtico de entrada, nadie controla el paso. De frente un camino que te pone cara a cara con una construcción modernista que, junto con el ajardinado crea un precioso marco. Es la capilla. Y no importa si eres o no creyente, esto no se trata de fe, se trata de admiración de la belleza, de adentrarte en un lugar que merece máximo respeto y de aprovechar la experiencia. A la derecha de la capilla me encuentro con un entierro, no me paro a contar cuántas personas hay, pero no hay más de diez, algunas de ellas muy mayores. Lloran, se abrazan y me rompo. No sé si estoy preparada para visitar este lugar durante una pandemia, ni cuántas escenas como esta puedo encontrarme. Por la gran extensión y por mi falta de orientación, quiero visitar algunas tumbas concretas y no deambular demasiado por todo el terreno.

Mausoleo de la familia Flores

La primera visita es al mausoleo de la familia Flores. Las esculturas de Lola Flores y su hijo Antonio acompañan las tumbas desde un discreto lugar en un lateral. Silencio absoluto. Los observo detenidamente y me vienen recuerdos de lo rápido que acontecieron ambos fallecimientos; como hija y hermana, no puedo evitar emocionarme. Continuo caminando, me sorprende no ver a nadie durante mi paseo en esta gran inmensidad «¿es que ya nadie visita a sus muertos?». Recuerdo a mi madre ir los domingos a visitar la tumba de mi abuelo cuando yo era pequeña, cómo puede no haber nadie visitando alguno de los miles de fallecidos que yacen aquí…

Sigo mi recorrido, esta vez buscando a Benito Pérez Galdós. Me sorprende la austeridad de algunas tumbas, y la del gran novelista es una de ellas. Permanece junto a una larga lista de familiares.

Santiago Ramón y Cajal

El médico y Premio Nobel Santiago Ramón y Cajal yace también en el cementerio de Nuestra Sra. de la Almudena. En 2018 el presidente de la Real Academia de Ciencias (RAC) denunciaba que la tumba del investigador había sufrido vandalismo (le habían arrancado letras) y estaba abandonada. Como se muestra en la imagen, actualmente también le faltan letras y números en la inscripción, pero no tenemos constancia de si la denuncia se refería precisamente a estas.

En esta zona del cementerio me han quedado algunas visitas pendientes, por ejemplo a la tumba de Vicente Aleixandre, poeta de la Generación del 27, la placa en recuerdo a las Trece Rosas, Enrique Urquijo, componente de Los Secretos o a Fermina Oliva, natural de Cuenca, que, por si no la conocéis, fue una superviviente del Titanic. Era modista, y comenzó a trabajar en Madrid, sirviendo en una casa, cuyos señores le ofrecieron irse con ellos al viaje de novios; un viaje que iba a durar dos años. Entre sus planes estaba coger el barco para realizar uno de los trayectos. La noche en que el Titanic chocó con el iceberg Fermina no podía dormir, sintió el golpe, pero le aseguraron que no era nada, poco después el barco se hundía. Ella y su señora conseguían salvarse en un bote salvavidas gracias al protocolo de dar prioridad a mujeres y niños. El señor, murió. Fermina volvió a Madrid con su jefa y parece ser que continuó trabajando para ella hasta la vejez. Falleció a los 96 años.

La Pasionaria

Cambiamos de emplazamiento dentro del propio cementerio y si cruzamos la calle encontramos el Cementerio Civil. Aquí se encuentran librespensadores, ateos, judíos… Podemos encontrar políticos como Francisco Pi Margall (presidente del poder ejecutivo en la Primera República), Francisco Giner de los Ríos (filósofo, pedagogo y creador de la Institución de la Libre Enseñanaza) o escritores como Pio Baroja, que a pesar de la insistencia de Franco para que fuese enterrado en el cementerio católico, su familia cumplió la voluntad del fallecido y fue enterrado en el Cementerio Civil. Pero si a alguien quería hacer mención es a Dolores Ibárruri (La Pasionaria), dirigente del PCE y gran defensora de los derechos de las mujeres. En la imagen puede observarse una sepultura completamente blanca, que hoy lucía con algunos claveles rojos aún frescos.

Tras dos horas de paseo, reconozco que ha sido una catarsis digna del más puro teatro clásico. No he reído, pero he disfrutado, he aprendido mucho más de lo que esperaba, he descubierto cosas maravillosas y otras me han decepcionado. Me ha entristecido ver que sólo los gatos visitan a los fallecidos y es que en todo el tiempo de mi recorrido sólo he visto a una chica limpiando una sepultura en el Cementerio Civil (infinitamente más pequeño que el otro). He observado tumbas prácticamente destrozadas, y he pensado qué puede haber detrás de este abandono, claramente provocado por el paso del tiempo, quizá ya no queda nadie que pueda hacerse cargo de ellas… Sea como fuere, y a pesar de todo, yo sigo sin reconciliarme con la muerte, pero saber que existe me hace reconciliarme con todo lo demás.

Por Ana Casado.
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